En esta reseña voy a
salirme de la línea de álbumes que he estado trayendo hasta el
momento, todos ellos incardinados en el Rock Progresivo o derivados,
para apostar en esta ocasión por algo muchísimo más sencillo, sin
conceptualismos, ni complejas composiciones instrumentales de músicos
encerrados durante meses en estudio. Me voy ahora al otro extremo, a
Seasick Steve, un blues-country-man norteamericano, al que meter más
de tres o cuatro instrumentos en un tema le parece ya pasarse de
instrumentos.
Seasick Steve (1941,
Oakland, California), ha sido un músico más que tardío. Cuenta
ahora con 74 años, y su álbum debut fue publicado hace 11 años,
vamos, cuando ya arrastraba a las espaldas 63 años, que viene a ser
la edad en la que muchos de los grandes músicos han optado por
jubilarse. Sin embargo, a Steve, a pesar de su larga barba ya blanca
y de una presunta alopecia oculta siempre bajo gorras viejas y
deshilachadas, no parece que se le acaben las energías, y para
comprobar esto no hay más que verle subido a un escenario.
Es un músico cuanto
menos curioso. Su estética y modo de vivir es la típicamente
redneck, de los
norteamericanos del sur de EEUU. Acostumbra engalanarse con gastados
petos de mecánico, y, cuando no, con pantalones vaqueros y camiseta
blanca de tirantes (a la que solo le faltan las manchas de aceite).
En la mayoría de sus fotos que no sean de directos, podréis verle
acompañado siempre de oxidadas rancheras, tractores y Chevys que
presumiblemente conduce. Y siempre presente la botella de Jack
Daniels a la que se amorra como si no hubiera mañana.
Pero, precisamente, una
de las cosas que más le caracterizan, fuera de todas estas
consideraciones, son sus instrumentos, los cuales acostumbra a
fabricar él mismo, resultando cacharros con cuerdas que
sorprendentemente suenan, y vaya como suenan. En la foto podéis ver
un buen ejemplo de lo que os cuento: el palo medianamente gordo es la
estructura principal del (llamémosle) banjo, que en su extremo
inferior termina en una lata (¿de aceite de coche?); el cuerpo es
una yanta, de un antiguo Terraplane Hudson, sobre la que está
montada el fonocaptor; por último, las cuerdas, en el puente bajo,
están enganchadas en una espumadera de cocina condenadamente
oxidada. E insisto: suena.
El álbum por el que me
he decidido es You Can't Teach an Old Dog New Tricks, de portada
especialmente relacionada con el título. Ya os digo, la complejidad
no es lo de Seasick Steve. Es su quinto álbum, publicado en 2011,
lanzado en EEUU a cargo de la discográfica Third Man Records, que es
el sello fundado por Jack White (el Eduardo Manostijeras de los White
Stripes). Contiene doce temas, y el bajo corre a cuenta de John Paul
Jones, el bajista de Led Zeppelin, con el que se realizó también la
gira.
Previamente, ya había
adelantado que Seasick Steve es un blues-country-man, pero no hay que
esperar de este álbum ritmos pausados ni melancólicos, por regla
general, si bien sí es cierto que no se resistió a incluir un par
de temas en esta línea, tales como Treasures, Burnin' Up, o Whiskey
Ballad (en el que aconseja que ante cualquier dificultad, copazo de
whisky). Por lo demás, los temas cuentan con el increíble ritmo y
pegadizos riffs de sus pseudo-banjos y guitarras. Ejemplo de esto son
cortes como el que da nombre al álbum, You Can't Teach an Old Dog
New Tricks, Back in the Doghouse o la genial Don't Know Why She Love
Me But She Do, que opino que es uno de los temas estrellas del álbum,
con tanto ritmo que resulta imposible no menear la cabeza nada más
se escucha el principio del riff.
En definitiva, un álbum
ideal para todos aquellos a los que les guste un blues mucho más
rítmico de lo usual, y que además les produzca especial curiosidad
este músico que aún tiene mucho que ofrecernos.
Autor reseña: Alejandro Molina.