Impresionante la carrera breve pero intensa de los londinenses. En poco más de siete años de banda, hasta la fecha han sacado una demo, tres álbumes de estudio y un EP, además de estar ya preparando su cuarto trabajo. Cada nueva publicación ha supuesto un gran paso hacia adelante: con la maqueta se probaron a sí mismos, el primer largo fue su propuesta a gran escala, en el segundo se separaron de sus influencias más claras y en el tercero han logrado afianzar su propio signo de identidad. El EP toma como base la demo para patentar la meteórica evolución de este grupo. Escojo como ejemplo para reseñar “The Mountain” porque musicalmente supone su consolidación como banda: con él pasan de ser una promesa del progresivo actual a tener nombre propio.
A
diferencia de los dos previos, este no es un álbum conceptual, aunque todas las
canciones tienen un tema común: la experiencia de ascender y descender una
montaña como símbolo de los altibajos de la vida. Empezamos con la suave
apertura “The Path” que, a través de la dulce voz de Ross Jennings acompañada
de un piano, reproduce unos versos reflexivos sobre la vida que unas cuantas
canciones más adelante recogerá la canción “Because It’s There”. En esta
continuación (iniciada a capella,
como si de un canto gregoriano se tratase) encontramos los mismos versos pero
contando toda una historia que toma el símil ya mencionado de escalar una
montaña para para aportar un sentido filosófico hacia la vida.
La
segunda canción y primer adelanto del disco es “Atlas Stone”, toda una presentación
del mundo Haken: intro con un acabado épico, estribillo grandilocuente pero
accesible, partes instrumentales de estilo virtuoso (cuando no psicodélico) y
de variados géneros. Todo para conformar una estructura enrevesada y nada
convencional pero muy efectiva que nos lleva a la gloria. Justo después nos
topamos con “Cockroach King”, una canción más oscura pero de estructura
igualmente inverosímil y llena de matices (arreglos de jazz, estribillo
hipnótico y muchos cambios bruscos). Cuenta con videoclip propio, en el que
unos teleñecos imitan a los integrantes de forma bastante adorable. Me resulta
imposible no destacar la postura que adoptan los teleñecos, especialmente en
los fragmentos vocales, pues resulta ser un claro tributo “Bohemian Rhapsody”,
la inmortal obra maestra de Queen. Esto me lleva a citar la reseña que Alex
Molina publicó hace exactamente un mes pues, curiosamente, ya se refirió a esta
influencia que los grandes olvidados de Gentle
Giant tuvieron tanto en Queen como en Haken.
Justo
en la mitad encontramos “Falling Back to Earth”, una suite de doce minutos que,
también en clave alpinista, cuenta el ascenso y la caída de Ícaro por su
ambición de llegar más alto que nadie. La primera parte, “Rise”, es la más dura
del disco, con un sonido oscuro y contundente y un estribillo más pegadizo que
a momentos recuerda a Avenged Sevenfold. La segunda parte, “Fall”, empieza
tranquila, con una melodía sencilla a la que cada vez se le añaden más
instrumentos y voces hasta que engancha con el estribillo de nuevo.
El
disco se cierra con “Pareidolia” y “Somebody”, dos canciones largas de corte
más intimista. La primera comparte la complejidad y variedad de estilos propios
del disco, aunque me atrevería a señalar a “Pain of Salvation” como gran
influencia en cuanto a estilo y a musicalidad. “Somebody” es líricamente aún
más parecida a la temática de los de Daniel Gildenlöw pero con arreglos corales
y algún juego vocal marca de la casa.
Nos
encontramos ante una de las nuevas estrellas del progresivo actual, cuyo tercer
disco supone el afianzamiento de un estilo propio, lógicamente influido por
muchos otros, pero que han sabido mostrar como un homenaje y no como una
versión. Nos encontramos ante la madurez de una banda que ha sabido hacer del
progresivo una vía para explorar terrenos más experimentales de la música.
Veremos qué nos deparan en el futuro.
Autor reseña: Pau Edo.
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